Una característica interesante en los diferentes genotipos de soja, es su capacidad de adaptación a diversos tipos de ambientes. Este rasgo, evaluado por el equipo de investigadores Fisiología delEstrés hídrico y térmico del Instituto de Fisiología y Recursos Genéticos Vegetales (IFRGV) del Centro de Investigaciones Agropecuarias (CIAP) del INTA, podría ser consecuencia de la asociación entre las raíces de la planta y diferentes hongos del suelo.

infoSoraya Salloum, una de las investigadoras que participó del estudio, explicó que las micorrizas forman una especie de manto en torno a la raíz y aumentan su capacidad de absorción de agua y nutrientes. “Son los abonos naturales que las plantas utilizan desde siempre”, indicó.

Según su forma y estructura, las micorrizas se dividen en distintos grupos. Algunas se presentan como un manto externo, que se advierte a simple vista, mientras otras penetran en el interior de la raíz y forman ramificaciones, que se conocen con el nombre de arbúsculos. Estas últimas, conocidas como hongos micorrícicos arbusculares (HMA), tienen una participación destacada en la capacidad de adaptación que desarrollan las plantas.

Entre otras cualidades, estas asociaciones entre hongos y raíces le permiten a la planta resistir frente al estrés por sequía y adaptarse a suelos salinos, alcalinos, ácidos e incluso a aquellos con metales pesados. “Pudimos observar que los HMA mejoran el estado nutricional, por el incremento en la fijación de nitrógeno (N) y fósforo (P), promueven el crecimiento generando una protección natural y mayor tolerancia al estrés en el cultivo”, expresó Salloum.

Para Salloum, “el efecto que las micorrizas tienen en las plantas, podría traducirse en el aumento de los rindes debido a que los HMA mejoran los índices de fertilidad del suelo y a que, en etapa vegetativa, estimulan el crecimiento de las plantas”.

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